
El primer tipo es el cliente tímido. Se caracteriza por hablar despacio, en voz baja, da pasos lentos e inseguros, se puede sonrojar con facilidad, y muchas veces espera que se vayan los demás para hacer una pregunta. La forma de tratar a este tipo de clientes es dejándolos hablar a su ritmo, y poner más atención que lo usual. Hay que alentar su comunicación, e inhibir un poco la propia personalidad.
El segundo tipo es el cliente nervioso. Son personas de movimientos excesivos, que tiende a cometer errores, a hablar apurado y son inquietos. Con ellos la mejor manera de actuar es sonreírles, hacer los propios movimientos más lentos, y mostrar calma.
El tercer tipo son los clientes molestos. Se detectan porque su tono de voz es algo brusco, expresan alguna queja o su malestar, y tienen movimientos rápidos. A ellos hay que dejarlos expresarse para que digan lo que sienten –qué los tiene molestos-, y una vez que boten su rabia, se calmarán lo suficiente para poder escuchar. En el trato con él primero hay que ponerse de su lado, encontrándole la razón primero, y después –lentamente-, buscar una solución a su problema.
Un cuarto tipo es el cliente resentido. Se trata de un cliente que está molesto o enojado pero no lo expresa. Se puede detectar porque tiene algunos movimientos bruscos o de ‘inquietud’, su voz es rápida, no sonríe o lo hace en forma forzada. A este tipo de clientes lo primero que hay que hacer es “sacarle el enojo” para fuera, dejar que pueda expresarse. Y después, tratarlo igual que al cliente molesto. Pero si no se maneja bien la situación, seguirá resentido y se perderá como cliente.
El cliente agresivo es el quinto tipo. Habla fuerte y golpeado, no sonríe, verbalmente agrede, puede estar a veces con los puños crispados. A este cliente hay que dejarlo que se exprese, permitir que termine lo que está diciendo, y no discutirle, porque eso es lo que está buscando. Después hay que aplicar empatía, haciéndole ver que lo entiende, e incluso que está de su parte, y luego buscar alternativas de solución.
El sexto tipo que hemos detectado es el cliente exigente. Son clientes centrados en la calidad del producto o servicio que están adquiriendo. Pueden parecer enojados, pero solamente están preocupados de que las cosas sean como ellos lo esperan. Al tratarlos, hay que evitar muchas excusas, no hablar demasiado, e ir “al grano”, planteándoles soluciones realistas a lo que necesitan. A veces se los confunde con los clientes agresivos, pero son diferentes; aplicando perspicacia o psicología se los identifica fácilmente.
Y por último, podemos citar al cliente hablador. Son personas que hablan con demasiado detalle, no dejan espacio para interrumpir, parecen tener todo el tiempo del mundo, y hacen perder mucho tiempo. A ellos hay que hacerles preguntas cerradas, que requieran un “sí” o un “no”, y no dejarles mucho ‘espacio’. Hay que hacer señales no verbales de terminar el diálogo.
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